Artista plástico Emilio Ramírez
Por Virgilio López Azuán
Mundos, metamundos y paramundos conforman el cuerpo estético
de las obras de Emilio Ramírez. Fue el primer pensamiento fraguado en mi
cerebro cuando vi sus pinturas. Fue un asalto intuitivo; rayo atravesado en el
fugaz apocalipsis de imágenes en fragmentación, ansiosas de cópula y creación
de posibilidad. Luego del pálpito estético, la emoción agazapada, miraba de
reojo los planos para deslizarse, transcurrir detrás de las formas y navegar en
los océanos de una metairrealidad. Es un pintor a tiempo completo, un artista
que da rienda suelta a su pasión estética, de creación intuitiva, catalizadora
de inusitadas formas. Son retazos del mundo real, generadores de existencias en
submundos, libres de toda dictadura. Las imágenes son energías
transmutadas.
Emilio Ramírez es un artista plástico dominicano, residente
en la ciudad de Strantford, provincia de Ontario, Canadá, desde el año 1998.
Comenzó en la década de los 80, con la rotulación y los retratos, lo cual se
constituyó en su principal fuente de ingresos. Al desarrollar habilidades del
realismo, le sirvió para atrapar las expresiones del rostro, y junto con otros
órganos del cuerpo humano, de animales y objetos, integrar pasiones de un
surrealismo con un abstraccionismo de formas conexas e interpuestas.
Ramírez ha realizado varias instalaciones y exposiciones en
el Lambron Heritage Museum, Ontario, Canadá. Ha impartido lecciones de arte en
la escuela Anne Hathaway desde el año 2012, y es miembro de Art Gallery 96.
Entre sus obras figuran: “Simbiosis del cisne”, (óleo sobre lienzo, 18'' x 24'');
“Cocodrilo incógnito”, (acrílico sobre lienzo, 36
''x 48''); “Retiro de Glaciares”, (óleo
sobre lienzo, 36'' x 48'' ); “Niño Fugitivo”, (acrílico sobre lienzo, 36'' x 48'');
“Cargando y Cuidando”, (óleo sobre lienzo, 36''
x 48''); “Todóloga”, (acrílico sobre lienzo,
18'' x 24''
); “Ambivalencia”, (óleo sobre lienzo, 36''
x 48 ''); “Las Jardineras", (óleo sobre
lienzo, 36''
x 48''); “Peceras de palpar” ,(acrílico
sobre lienzo, 16'' x 20'' ); “Huevos en el Jardín”, (acrílico sobre
lienzo 16'' x 20'');
“Fuente de Otoño”, (acrílico sobre lienzo, 32''
x 42'') y “Curveando la Música”, (técnica
mixta sobre lienzo, 16'' x 20''), entre otras.
El abordaje
Todo relato construido sobre la obra pictórica de Emilio
Ramírez sería incompleto por la vastedad conceptual que de ellas se desprenden.
Penetrar a la intención del autor, se puede comparar a la aventura de volar con
un cometa de papel en medio de vientos fuertes y cruzados. Hacerlo desde
una de las imágenes y encontrar una explicación a la luz del pensamiento lógico
conduce al desastre conceptual. Peor es atrapar el ruido del agrietamiento, la
ruptura de cuerpos y las cosas. Afloraría un elemento distractor en el tránsito
a las percepciones sensibles en el espectador.
Mejor es, quizá, asumir una postura hermenéutica, transitar
por el pasado, buscar los nexos con el presente contexto y hacer las
proyecciones por medio de inferencias con el riesgo de caer en los vacíos
conceptuales. Esto último no importaría, porque en la muestra de Emilio
Ramírez, descubrir la verdad o la realidad sería, sencillamente, encontrar a
don Quijote de la Mancha comprando unos tostones de plátanos y pollo frito en
una esquina de un barrio de Santo Domingo.
¿Qué hay detrás de las historias en cada cuadro? ¿Qué
relación tiene con el contexto actual? ¿Cuáles inferencias se pueden realizar
para crear nuevos conceptos de carácter epistemológicos?
Las historias de las pinturas
La palabra fragmentación proviene del latín fractus que
significa “fragmentado”, “fracturado”, “roto” o “quebrado”. Entonces,
manejaremos un contexto de imágenes fragmentadas que interactúan en diferentes
planos sobre el lienzo. Cada conexión entre fragmentos supone una actitud
manifiesta de buscar complementos para generar uno o más significado(s)
posible(s). Sin embargo, en estas pinturas, no se intenta tener un referente
conceptual que suponga posibilidad de la materia y del espíritu. Son apuestas
intuitivas de mundos gravitantes, construidos desde una memoria rica en
experiencias sensoriales, disruptivas y creativas.
Cada cuadro remonta a un pasado clásico del arte surrealista
y abstracto. Hay historias contadas desde una pasión incorporada al color y las
formas. No se aprecia una evocación completa de tipo realista, mitológico o
místico. Podría entenderse como una apuesta a una metafísica en escenas de
disolución. El apocalipsis de la razón estética tradicional, por una en
transición, donde fragmentos de los sujetos y cosas conviven en múltiples
dimensiones, con la capacidad de complementarse en un juego de la materia con
carácter intemporal e interespacial.
El espacio-tiempo es transgredido, roto, por seres y cosas
que solo muestran parte de ellos; lo demás, está oculto a las
percepciones. Estarían estos seres y cosas detrás de los
planos, en construcción, con la suprema intensión de ser
posibles, fuera del armagedón en que habitan.
Algo a ser tomado en cuenta es que no se aprecian rostros
masculinos en las muestras. La presencia del rostro de la mujer se destaca en
la mayoría de los cuadros. Nunca encontraremos una imagen sonriente o de tristeza,
de terror o de esperanza, excepto en el cuadro “Simbiosis del cisne” (óleo
sobre lienzo, 18'' x 24''), donde un rostro de terror emerge de una
profunda dimensión para ocupar primeros planos sobre el lienzo. La figura de la
mujer tiene un hilo conductor en todas las muestras; pareciera que se tratara
de la misma imagen idealizada por el pintor, pero con pequeñas variaciones de
expresión o lenguaje gestual.
¿Cuáles historias cuentan estas pinturas de Ramírez? Muchas.
Su expresión abre los campos de múltiples relatos a ser contados desde el
espectador y el uso del lenguaje. Todas las posibilidades de creación textual
caben. El mundo abstracto u onírico, genera paramundos y multimundos, donde se
construyen posibilidades perceptivas. Las lecturas al surrealismo y las formas
abstractas de Ramírez, permiten diversos juegos del lenguaje pictórico, para
revelar y describir lo sensible. Nunca habría acceso a la realidad real, sino
es por vía de la fragmentación, y mucho menos, a la verdad. Esto es así, por la
vastedad de paisajes e historias, mostrados y contadas en cada muestra
artística. Cada historia relatada a partir de los cuadros, sería producto de
las percepciones, experiencias, capacidades e intuiciones de quienes intentan
traducirla al lenguaje de las palabras. Es posible encontrar respuestas como
las atribuidas a Salvador Dalí, el cual llegó a decir que no sabía lo que
pintaba.

Origen de las historias contadas en los lienzos
Una observación minuciosa a las obras puede revelar los
posibles lugares de donde provienen estas imágenes. Quizá sea riesgoso
indicarlo taxativamente, porque la complejidad de la mente y las sensibilidades
de humanos, dados los perfiles, categorías y estados, conducen lógicas del
pensamiento a zonas de orígenes jamás preconcebidas, sin certezas. Lo que no
cabe duda es que todas esas historias vienen de un mismo lugar, tienen la misma
fuente de origen; no importa donde se encuentren, ya sea, en los intrincados
caminos del inconsciente, en la supraconsciencia o en cualquier espacio donde
las actitudes psíquicas funcionen como máquinas generativas del lenguaje
estético.
Las imágenes plasmadas por Emilio Ramírez, no superan el
espacio tridimensional, digamos que ellas existen en la metáfora de lo etéreo.
En la fuente creativa se ha realizado una mixtura de lo surreal, lo real y lo
abstracto para conformarse e individuarse. El artista ha generado su propia
ontogénesis y se ha visto a sí mismo como un intento de construcción de una
filosofía de su ser, por medio de las formas y los colores.
Formas y colores: pasado y presente de una narrativa estética
Los surrealistas y los demás abstraccionistas son disruptores
de la realidad y apuestan a una transgresión del espacio y el tiempo. Sus
primeros cultores solo trataban de traducir con sus obras un ser en medio de un
contexto de rupturas y cambios que ocurrieron en las primeras décadas del siglo
XX. Forman parte de los movimientos artísticos de vanguardia, el Expresionismo
(1905), Cubismo (1907), Futurismo (1909), Dadaísmo (1916), entre otros.
Centrados en sus contextos históricos, políticos, filosóficos y sociales, los
cultores de estas corrientes pictóricas intentaron darles otra mirada a la
realidad.
Ese pasado originario de los movimientos del abstraccionismo
construyeron un lenguaje, perdurable hasta el presente. Algunos artistas contemporáneos prefieren seguir los códigos y
técnicas de producción estética con los modelos clásicos.
Ahora existen mejores condiciones para generar un pensamiento
artístico capaz de reproducir o traducir la realidad de este tiempo. Los
niveles de información han superado las expectativas para desarrollar una
hermenéutica de descripción, síntesis y proyección del mundo por medio del
arte. Existen los mejores instrumentos y facilidades para realizar nuevas creaciones.
Sin embargo, solo se aprecian rupturas en los tipos de percepciones de la
realidad, en la aplicación de la ciencia y el ejercicio de los estados de consciencia
individual y colectiva. El presente se debate entre el caos y el orden, en la
suprema desacralización de las cosas, en la individualización y los estados
placenteros. Todas estas características del humano contemporáneo fueron
expuestas a la vista pública durante el siglo pasado y en el siglo XXI residen
en las actitudes y comportamientos de individuos y colectivos.
El pasado muy reciente y el presente han sido catalogados en
su discurrir como espacios líquidos, contrarios a los de la modernidad, que
eran considerados como sólidos, regidos por grandes metarrelatos históricos,
los cuales hoy vienen perdiendo su impacto en el consciente de los colectivos.
El arte, y en este caso la plástica, es capaz de traducir el
presente a partir del presente mismo y del pasado. Refleja esa síntesis de
conceptos con los códigos de su lenguaje y proyecta escenarios futuristas,
temporales y cuasieternos.
Las formas, los colores y el manejo de los espacios en la
pintura de Ramírez pueden indicar un perfil de abstracción, vinculado con una
realidad pasada y presente, contemplado a través de un surrealismo figurativo o
lírico en transición a otro tipo de expresión. Una pintura que llama la
atención es “Todóloga”, (acrílico sobre lienzo, 18''
X 24''), donde se aprecia la interacción de
animales como caballos, conejos, asnos, aves, humanos y herramientas manuales.
Figuran: el martillo, machete, alicate, llave para tuercas, taladro, y un
audífono. Hacemos una parada. Lo del audífono, sí llamó la atención, lo cual
explicaremos.
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La presencia de herramientas para el trabajo, apunta a que,
desde las abstracciones del artista, una sociedad industrial o del trabajo
mecanizado, ha penetrado en las formas de un surrealismo lírico y etéreo. Se
evidencia un efecto “transformer”. Los objetos se proyectan del el interior de
especies animadas. Se asiste a la materialización de lo inanimado desde lo
animado.
Algo actual en esa pintura es la aparición de un objeto
electrónico como lo es el audífono. Es aquí el signo de la posmodernidad. No
por el objeto en sí, lo cual ha sido utilizado desde tiempo atrás, sino por el
modelo. Representa la era digital, las nuevas tecnologías y las maneras de
abordar el progreso.
Las obras artísticas son capaces de traducir el pasado, el
presente, y generar utopías sobre la cuestión de humanos, la naturaleza y el
Universo. Las expresiones pictóricas vanguardistas buscaban, en su esencia,
darles un nuevo giro a las concepciones de las cosas. Romper por medio del arte
algunos paradigmas o guiones establecidos hasta el momento en las sociedades,
principalmente, en cuanto a la descripción de la realidad y exhibir otras
propuestas que dieran sentido al contexto histórico concurrente y futurista.
El tiempo y el espacio murieron ayer
No se está ante el contexto de la Italia de principios del
siglo XX donde Filippo Tommaso Marinetti publicó en Le Figaro el 20 de febrero
de 1909 su manifiesto Futurista, que luego algunos elementos fueron tomados
como excusa por el fascismo. La expresión artística en la plástica declaró que
“El tiempo y el espacio murieron ayer” y que se promoviera el acto violento:
“Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la
temeridad”,“Queremos glorificar la guerra…”,“…destruir y quemar los museos, las
bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y
todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.”
El contexto presente no es el mismo de ayer, cuando la
segunda revolución industrial entraba en su apogeo, caracterizada por un
acelerado crecimiento económico y una expansión significativa de la
industrialización; por lo tanto, la creación de un arte trascendente, con la
mirada hacia un discurso del futuro debe repensarse, de forma diferente al
manifiesto vanguardista. ¿Qué se debe rescatar? Quizá, su espíritu disruptivo
hacia una nueva definición del arte vs. al Homo
tecnologicus del presente. También, se rescataría la libertad de las
formas, el manejo del espacio y tiempo en el plano, la maleabilidad de las
dimensiones espaciales, entre otros aspectos.
Hacer una proyección futurista del arte pictórico, con la
experiencia del pasado, la fotografía del presente —con sus matices en evolución—,
y la concepción de nuevas técnicas y filosofías estéticas. Permitiría proyectar
un arte trascendente que daría sentidos a la existencia. Ya no aparecerían solo
los martillos, taladros, machetes o alicates al estilo del pasado remoto y
reciente, que son herramientas de trabajo, sino
las nuevas tecnologías, como aparatos digitales y nuevos inventos producto del
desarrollo de las inteligencias artificiales.
En la literatura, Julio Verne (1928-1905),
avistó el progreso tecnológico del siglo XX por medio de un relato de ciencia
ficción. La novela Cinco semanas en el
globo sirvió como comienzo de Voyages
Extraordinaires (Viajes extraoridinarios), que es una colección de libros
de viajes y aventuras, donde Verne inició la incorporación de la ciencia en un
relato fantástico que ha tenido repercusión y trascendencia muchos años después
con el desarrollo científico. Se puede decir que, por medio del arte, este
creador se adelantó a su tiempo. La maravilla de su libro De la tierra a la Luna (1865), todavía genera expectación asombrosa
por sus características, aunque ficcionales, sobre la ciencia futurista en el
momento de su publicación.
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En la pintura, el espacio y el tiempo no
murieron ayer, como lo aseguraban los vanguardistas. Todavía se buscan muchas
definiciones del espacio y tiempo, desde la ciencia y otras formas de
pensamiento. Quizá la colocación de las imágenes sobre el plano fue
redimensionada y la impronta del inconsciente reveló nuevas formas disruptivas
de rebelarse ante la realidad.
En las muestras de Emilio Ramírez, la
apuesta de su paleta de colores, principalmente con el uso de los azules, el
amarillo y el morado, hay un intento de la apertura a un espacio místico. Las
imágenes no suponen simbolismos complejos como esencia del relato pictórico,
más bien se apuesta a una metafísica del espacio, sujeto, objeto y de las
formas. Quizá la incorporación de los elementos aire, tierra y agua, apunta a
un misticismo incipiente, pero falta el elemento fundamental, y es la presencia
del fuego para completar los tetraelementos. Con el fuego, lo simbólico
lograría otra relevancia, las rupturas de algunos conceptos propios de los
temas vanguardistas y la incorporación de nuevas maneras de reflexionar sobre
la realidad. Esto encendería un combustible hacia la consecución de la mismidad
del pintor.
Lo fascinante en la obra de Emilio Ramírez
es cómo hace para que las imágenes se complementen. Una es la proyección de la
otra y viceversa. Una puede ser la raíz, la proyección del sueño de la raíz,
que, a su vez, tendría origen en su naturaleza ontológica.
En fin, en el arte del artista plástico
Emilio Ramírez, su mundo va desde la fragmentación a la integración de los
seres y cosas. Su expresión, manejo de las técnicas y su prolija imaginación,
permiten un viaje fascinante por paisajes sensoriales, capaces de abrir
percepciones a mundos poeticos.
Domingo 4 de agosto de 2024
En acento: Publicación No. 114