Blog dedicado a la promoción de las obras de Artes Visuales de Virgilio López Azuán

jueves, 8 de agosto de 2024

El artista plástico, Gabriel Matos Silfa y colores de Sagitario

 


Sin aludir a las características del movimiento artístico italiano Pittura metafísica de principios del siglo XX, creado por Giorgio de Chirico (1888-1978) y Carlos Carrá (1881-1966), pero sin dejar de encontrar hilos conectores, tomaremos la pintura, “Elementales Sagitario”, realizada por el artista plástico de Azua, República Dominicana, Gabriel Matos Silfa, donde se aprecia un campo conceptual relacionado con el tema metafísico.

            Matos Silfa, pertenece al grupo de artistas que descollaron en la provincia de Azua en la década de los años 80 y ha realizado una obra discreta en su lar nativo, participando en varias exposiciones nacionales y locales, la más reciente fue la Exposición Matices y Esencias Azuanas 2023, presentada en la sala de arte del Centro Cultural Héctor J. Díaz de Azua.

            Con una síntesis en los estudios de metafísica, arte, ciencia, religión, historia y filosofía, Matos Silfa, en su cuadro, descarga un mundo donde los colores son la entrada al concepto, a una dimensión más allá del mundo tridimensional de Euclides. En él se cristalizan culturas aprendidas en libros portadores de conocimientos herméticos, basados en los orígenes y el desarrollo de la civilización humana. Su impronta está fundada en la comprensión trascendente, en los relatos de arcanos que han idos revelando grandes maestros del gnosticismo o espiritualismo. Todo esto es plasmado en una mixtura de símbolos presentes en el mundo real y en otras dimensiones donde trasciende el alma, según lo narrado por los estudiosos de esos temas.

            La conformación del arte de Matos Silfa está sostenido esencialmente en ideas gnósticas, aquellas que tienen como procedencia, diversas religiones indo-iranias, en las tradiciones y creencias judías, en la cultura helénica, así como varios aspectos del pensamiento griego.

            La obra está presentada en formato de 22 x 28”, en óleo sobre lienzo, y de primera vista, se advierte un juego de colores predominantes: amarillo, verde y azul, que son los que la literatura esotérica atribuye a la constelación de Sagitario. También, se aprecia el color rosa y unas vetas de rojo. En el centro, de una mata de maguey, que exhibe sus hojas verdes, tersas, fijas, terminadas en un mucrón, el artista deja brotar una serie de imágenes que salen desde una fragua, que supone ser la creadora de mundos iniciáticos.

 Las imágenes o símbolos

De entrada, en el cuadro, se aprecia la imagen de un bastón de mando, una paloma, dos serpientes, el ave fénix, un pez, un útero, unas lágrimas, un falo y el fuego que se desprende del interior de la planta mencionada. 

            Como se ha referido, toda esta simbología tiene un origen esotérico y metafísico. Su base está en diversos estudios donde existe la búsqueda de la autoconciencia del ser. Este pasaje nos remonta a antiguas creencias y religiones, previo y al principio del cristianismo.  Se consideraban filosofías herméticas porque tratan, “misterios” donde se practicaba y difundía el esoterismo y otras ciencias que le servían de apoyo, como la alquimia, la filosofía y la religión.

            En el mundo iniciático el bastón de mando simboliza el trabajo que cada individuo está realizando en pos de su autorrealización. Ese duro camino catalogado por seguidores como el de “la navaja” que tiene doble filo. Ese sacrificio que aparece en muchas escuelas metafísicas conduce a la recompensa espiritual del practicante. En cuanto a la paloma dibujada, es la que alude a “la paloma del Espíritu Santo”. Se cree que la idea del Espíritu Santo como madre, surge de la tradición gnóstica y su relación con el cristianismo primitivo.

            La serpiente, como símbolo, aparece desde antiguas culturas y civilizaciones presentes y desaparecidas, tanto en oriente como en occidente. El culto a este ofidio relacionado con la sexualidad y la autorrealización tiene su historia en movimientos filosóficos, cristianismo antiguo, gnosticismo y religiones. Cabe recordar al filósofo judeo-helenista, Filón de Alejandría, quien con su trabajo apologético quiso demostrar la “perfecta combinación entre la fe judía y la filosofía helenística”. En su caso, la serpiente la presenta como alegoría.

            Aparece este reptil como la dadora del conocimiento del bien y del mal. Sobre todo, el lector se puede aproximar a todas las alusiones de la serpiente hechas por: Hipólito de Roma, Ireneo de Lyon, Orígenes, Epifanio de Salamis, Tetuliano, Filastrio y San Agustín.

            Pero no es casual que la serpiente esté relacionada con una planta o con el fuego. En términos simbólicos la analogía con el árbol es de carácter lineal. Existe una semejanza entre las raíces del árbol y la forma de la serpiente. Según se expresa en el Diccionario de símbolos de Juan-Eduardo Cirlot (1992, Pág.40):“Mientras el árbol eleva las ramas al sol, como en éxtasis de adoración, la serpiente espera poder clavar el aguijón. Esto es lo esencial del símbolo y no que las serpientes aniden junto a los árboles”.

            En el caso de la pintura que analizamos, dos serpientes aparecen desde un maguey, planta típica en bosques secos de donde es oriundo el artista. Simbolizan el Caduceo de Mercurio, que en la antigua cultura griega se presenta en forma de una vara con alas y serpientes entrelazadas, como símbolo de Hermes (Mercurio) quien fungía como mensajero de los dioses. Este caduceo lo portaban, como señal de inviolabilidad personal, los embajadores y heraldos.

 El sincretismo y lo sexual

A todo detalle, la obra es una gama de conceptos, un sincretismo de símbolos donde el artista intenta vaciar la síntesis de creencias e ideas que conforman diversas culturas humanas, vista desde el tema espiritual. Es así que presenta el “aroma de la personalidad” como si bajara en una intención puesta en intercapas de colores. También, esa idea del resurgimiento como el Ave Fénix, la fructificación de la constelación de Piscis —representada por un pez—, pero sobre la base de los preceptos de la constelación de Sagitario, que es la base de la obra.

            Como toda tradición o ciencia hermética, la obra pictórica de Matos Silfa no deja atrás lo simbólico-sexual, porque en ello descansa la filosofía del origen, de los opuestos y el fuego sagrado de la iniciación. Tanto el útero como el falo son presentados desde la fragua, es más ellos crean la fragua de donde parte todo, donde se abren los caminos para el conocimiento de la verdad, para alcanzar los estados de plenitud del ser. El artista lo hace muy bien, no pierde detalles, no mezcla lo sagrado con lo profano, no sobrepone ni da rango de preeminencia a ninguno de los símbolos presentados, pero subyace, la inclinación reverencial al fuego sexual, al trabajo que se necesita para ascender espiritualmente. Tanto así, que si los lectores aprecian la imagen del cuadro, algunas lágrimas caen desde arriba, como símbolo de las dificultades que pasa el practicante para poder redimirse.

            Quizá, en las artes plásticas de República Dominicana, este tema presentado por Matos Silfa, no había sido tratado antes, con tanta carga conceptual mística y simbiótica. Los colores utilizados, las figuras, los trazos, encienden las llamas del arte en plena transmutación alquímica. Aquí, el manejo de lo estético, no es simplemente una metáfora del artista, lo hace con la plena convicción intelectual, racional, ajustado a sus patrones espirituales.

            Sin duda, me parece una obra coleccionable para los practicantes de doctrinas esotéricas o religiosas, o para todo aquel que aprecie una buena obra de arte. Su contemplación dará motivos para la búsqueda de posibles verdades más allá de lo racional.  

 

Domingo 20 de agosto del 2023

Pinturas de Elsa Núñez: luz en el horizonte del color

 

Artista Plástica Elsa Núñez

La exposición de pinturas de la maestra Elsa Núñez con el título, Elsa Núñez, línea de tiempo (1983-2023), se presenta en el Centro Cultural Perelló de Baní, provincia Peravia. Un recorrido por las creaciones de la artista a lo largo de décadas y que, algunas de ellas, forman parte de prestigiosas colecciones. Una mágica pasión por el arte y sus esencias disfruta el espectador en cada muestra. Una ocasión para aproximarse a los mundos y paramundos de la creadora. Actitudes expuestas de un ente iniciático desde sus propios orígenes, y poco a poco se va transmutando. Un toque a lo profundo y a lo mineral de la naturaleza, a lo humano y lo ontológico, a lo telúrico y refulgente: un pinchazo de luz. Una explosión en rocas sumergidas en las aguas de un alter, siendo la prolongación configurada del mismo ser.

Las obras y opiniones de los críticos

Algunas de las obras presentadas en la exposición son las siguientes: “Ángel de la tierra (1983)”, “La diosa de las mariposas (1987)”, “Hábitat de la mariposa (1987)”, “Mundo ecológico astral (2016)”, “Noche de luna nueva (2022)”, "Exaltación a la naturaleza (2023)”, “La madre naturaleza (2023)”, entre otras. 

Amable López Menéndez, crítico y curador de arte, dice de las obras de Elsa Núñez: “La celebración de la naturaleza como madre procreadora y nutricia de la vida terrenal y la especie humana, así como la pulsión ontológica, mística y poética de Elsa Núñez, se nos revelan en la gracia única con que ella logra transmutar las formas y sublimizar la superficie pictórica…”. Mientras, Marianne de Tolentino, también crítica de arte, pondera su técnica y la renovación de las sutilezas cromáticas en la obra de Núñez: “Una valoración sensual de la pasta, recogiendo la voluptuosidad y la esencia de la materia, se funde en una resonancia espiritual que libera las energías latentes y las sublimiza”. También, Jeannette Miller, expresa que Núñez “alcanza un excelente nivel, tanto por la calidad interpretativa de su particular fuerza interior, como por el manejo de los medios cromáticos”.

Las obras de Núñez es su continuidad. No hay una muestra pictórica que no sea parte sucesiva de su ser, una andanza algorítmica de colores implosionados en los propios horizontes de la artista. Y uno se pregunta ¿quién es esa mujer pintada por Elsa, aparecida en algunas de sus obras?, ¿su propia divinidad?, ¿su puerta de escape a la libertad de su ser? Algunos analistas y espectadores aluden a la imagen física de la pintora, otros hablan de otra Elsa, aquella salida de los umbrales de un espacio-tiempo, instantáneamente eterno, emocional y espiritual. 

La diosa de las mariposas

Prestaré atención a dos pinturas de la exposición: La diosa de las mariposas (60"x 40”. Mixta / Tela. 2009) y Hábitat de la mariposa (1987), debido a las múltiples categorías de análisis que soportan.

En la Grecia antigua la mariposa era la representación de la divinidad femenina, símbolo sexual y luego fue vista como una alegoría al alma inmortal. La hermosa Psique —presente tanto en la mitología griega como en la romana— aparece con alas de mariposa. Entonces, ¿Psique será la diosa de las mariposas aludida por la pintora? De ser así, mariposa-alma inmortal, mariposa-divinidad femenina, mariposa-símbolo sexual, serían los ejes del torrente imaginativo. Según Homero, en sus escritos, presenta la creencia que al morir una persona, el alma o la psyché sale del cuerpo, como si se tratara de una mariposa, un ser de la mitología, que lleva al inframundo el alma de los difuntos. Ese lugar se revela en los trazos de Núñez.

Al observar la pintura titulada, La diosa de las mariposas, una representación de los inframundos parece aflorar, con tantas marañas; con una diosa cargada de mariposas que podrían estar muertas, o atrapadas en un antro purificador. Allí está la divinidad cumpliendo con la misión de hacer flotar con alas de mariposas a un ser de luz. La diosa lo sabe, que en verdad, en el horizonte de la luz y las tinieblas, no podemos vislumbrar más que sombras, para decirlo a la manera de Giordano Bruno. Allá abajo, en el propio inframundo, entre la liturgia y las sombras, hay algo de luz y de tinieblas. En la pintura, la diosa es un ser de luz, con halos de sombras y tinieblas; sus ojos miran hacia abajo, donde se verifica el acto de purificación. El trance es total; la concentración, divina.

En medio del ritual de la diosa de las mariposas, en su acto de demiurgia, en la pintura de Núñez se adviene lo que denominamos la consumación del color. En la expresión cromática, la pintora-diosa-creadora, tiene la tarea de atravesar los límites donde el color adquiere la excelsa madurez de su esencia, con la indudable aspiración de frisarlo en el espacio-tiempo. Dejar no solo una impronta donde la emoción de los matices impresionen como en aquellos días de la máxima madurez del posimpresionismo, sino una vertiente donde se colorea la existencia y el peregrinar del ser hacia su propia emancipación.

No hay nada tan simbólico como la evolución de una mariposa de: huevo-larva-pupa y adulto; una metamorfosis completa, “un proceso mediante el cual una pequeña oruga se convierte en una obra de arte alada”. Es a esa consumación que aspira la artista Elsa Núñez, por eso se arroja a los brazos del mito, arrastrando la magia, tomando como arma el pincel para disparar el fulgor de los colores. Trazos detenidos en el tiempo, recreando el mito del ser con un metalenguaje pictórico.

Esa diosa de la mariposa, que es un alter: el de la pintora, y el de todos nosotros, los espectadores. La hermosa Psyché fundó sus palacios en la psiquis de la creadora, generó una pulsión que se convirtió en rayo y pasó por un prisma para difractar la luz, (una luz pendiente de revelación) con la intención de desnudar sus esencias, parte a parte, en pleno acto de la madurez del color, en su condición del ser en tránsito a la transmutación.

En el inframundo, donde ha llegado la diosa, como si fuera a rescatar almas, y darle paso a la eternidad por el rayo del arte, solo hay tinieblas, sombras, y algunas pizcas de luz. Es el único lugar donde la sombra existe sin ser la ausencia de luz: es otra especie de sombra.  Es un mundo indecible —el límite de todos los límites pensados— donde los seres que habitan tendrán la posibilidad de ser transmutados, solo con la intervención de la diosa y el lenguaje de los colores, muchas veces en su alta lobreguez.

El mensaje de la pintura aludida, para la existencia humana, es solo la construcción de la posibilidad de ser y permanecer, incluso, después de ser ángeles caídos. Esto así, por costumbre humana de aspirar a la eternidad.  


Hábitat de la mariposa

El cuadro, Hábitat de la mariposa, de la maestra Elsa Núñez, para mí como espectador, es uno de los más acabados, en cuanto a la pasión esperanzadora que revela y la consagración áurea del color. Seguro surgen las preguntas, visto el cuadro, ¿en cuál lugar habitan las mariposas? ¿A dónde nos llevará la imaginación como espectadores? Sin dudas, ese lugar no está aquí, en este plano tridimensional, podría estar en las regiones del espíritu, donde nacen las cosas, donde el vientre fecundo de la magia irrumpe, dejando atrás cualquier parálisis emocional. ¿Qué lugar será ese? ¿En esa región no hace falta nada?

Como apreciarán mis lectores, solo preguntas surgen ante el clímax sensual de los colores, la fértil sutileza de un ser alado, primero en el alma, y como mariposa, libera su pasión en la ruptura de su crisálida. En el cuadro hay vagina, maternidad, pasión, sexo, nacimiento y libertad. Está el principio, el huevo fecundado, con la virtud de poseer el vínculo necesario para la creación. 

Ese hábitat de la mariposa está en “la corola divina de una magnolia de abril”, en la “onda rumorosa de una fuente cristalina”, y en las manos de una artista de la pintura que vio luz en el horizonte del color.

El autor es escritor y educador.

Domingo 28 de mayo de 2023.

 

 


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