Por Virgilio López Azuán
La exposición
de pinturas de la maestra Elsa Núñez con el título, Elsa Núñez, línea de tiempo (1983-2023), se presenta en el Centro
Cultural Perelló de Baní, provincia Peravia. Un recorrido por las creaciones de la artista a lo largo de décadas y
que, algunas de ellas, forman parte de
prestigiosas colecciones. Una mágica pasión
por el arte y sus esencias disfruta el espectador en cada muestra. Una
ocasión para aproximarse a los mundos y paramundos de la creadora. Actitudes
expuestas de un ente iniciático desde sus propios orígenes, y poco a poco se va
transmutando. Un toque a lo profundo y a lo mineral de la naturaleza, a lo
humano y lo ontológico, a lo telúrico y refulgente: un pinchazo de luz. Una
explosión en rocas sumergidas en las aguas de un alter, siendo la prolongación
configurada del mismo ser.
Las obras y opiniones de
los críticos
Algunas de las obras
presentadas en la exposición son las siguientes: “Ángel de la tierra (1983)”,
“La diosa de las mariposas (1987)”, “Hábitat de la mariposa (1987)”, “Mundo
ecológico astral (2016)”, “Noche de luna nueva (2022)”, "Exaltación a la
naturaleza (2023)”, “La madre naturaleza (2023)”, entre otras.
Amable
López Menéndez, crítico y curador de arte, dice de las obras de Elsa Núñez: “La
celebración de la naturaleza como madre procreadora y nutricia de la vida
terrenal y la especie humana, así como la pulsión ontológica, mística y poética
de Elsa Núñez, se nos revelan en la gracia única con que ella logra transmutar
las formas y sublimizar la superficie pictórica…”. Mientras, Marianne de
Tolentino, también crítica de arte, pondera su técnica y la renovación de las
sutilezas cromáticas en la obra de Núñez: “Una valoración sensual de la
pasta, recogiendo la voluptuosidad y la esencia de la materia, se funde en una
resonancia espiritual que libera las energías latentes y las sublimiza”.
También, Jeannette Miller, expresa que Núñez “alcanza un excelente nivel, tanto
por la calidad interpretativa de su particular fuerza interior, como por el
manejo de los medios cromáticos”.
Las obras de Núñez es su continuidad. No hay una muestra pictórica que no sea parte sucesiva de su ser, una andanza algorítmica de colores implosionados en los propios horizontes de la artista. Y uno se pregunta ¿quién es esa mujer pintada por Elsa, aparecida en algunas de sus obras?, ¿su propia divinidad?, ¿su puerta de escape a la libertad de su ser? Algunos analistas y espectadores aluden a la imagen física de la pintora, otros hablan de otra Elsa, aquella salida de los umbrales de un espacio-tiempo, instantáneamente eterno, emocional y espiritual.
La diosa de las mariposas
Prestaré atención a dos
pinturas de la exposición: La diosa de las mariposas (60"x 40”. Mixta /
Tela. 2009) y Hábitat de la mariposa (1987), debido a las múltiples categorías
de análisis que soportan.
En la Grecia antigua la
mariposa era la representación de la divinidad femenina, símbolo sexual y luego
fue vista como una alegoría al alma inmortal. La hermosa Psique —presente tanto
en la mitología griega como en la romana— aparece con alas de mariposa.
Entonces, ¿Psique será la diosa de las mariposas aludida por la pintora? De ser
así, mariposa-alma inmortal, mariposa-divinidad femenina, mariposa-símbolo
sexual, serían los ejes del torrente imaginativo. Según Homero, en sus
escritos, presenta la creencia que al morir una persona, el alma o la psyché
sale del cuerpo, como si se tratara de una mariposa, un ser de la mitología,
que lleva al inframundo el alma de los difuntos. Ese lugar se revela en los
trazos de Núñez.
Al observar la pintura titulada, La
diosa de las mariposas, una representación de los inframundos parece aflorar,
con tantas marañas; con una diosa cargada de mariposas que podrían estar
muertas, o atrapadas en un antro purificador. Allí está la divinidad cumpliendo
con la misión de hacer flotar con alas de mariposas a un ser de luz. La diosa
lo sabe, que en verdad, en el horizonte de la luz y las tinieblas, no podemos
vislumbrar más que sombras, para decirlo a la manera de Giordano Bruno. Allá
abajo, en el propio inframundo, entre la liturgia y las sombras, hay algo de
luz y de tinieblas. En la pintura, la diosa es un ser de luz, con halos de
sombras y tinieblas; sus ojos miran hacia abajo, donde se verifica el acto de
purificación. El trance es total; la concentración, divina.
En medio del ritual de la
diosa de las mariposas, en su acto de demiurgia, en la pintura de Núñez se
adviene lo que denominamos la consumación del color. En la expresión cromática,
la pintora-diosa-creadora, tiene la tarea de atravesar los límites donde el
color adquiere la excelsa madurez de su esencia, con la indudable aspiración de
frisarlo en el espacio-tiempo. Dejar no solo una impronta donde la emoción de
los matices impresionen como en aquellos días de la máxima madurez del posimpresionismo,
sino una vertiente donde se colorea la existencia y el peregrinar del ser hacia
su propia emancipación.
No hay nada tan simbólico
como la evolución de una mariposa de: huevo-larva-pupa y adulto; una
metamorfosis completa, “un proceso mediante el cual una pequeña oruga se
convierte en una obra de arte alada”. Es a esa consumación que aspira la
artista Elsa Núñez, por eso se arroja a los brazos del mito, arrastrando la
magia, tomando como arma el pincel para disparar el fulgor de los colores.
Trazos detenidos en el tiempo, recreando el mito del ser con un metalenguaje
pictórico.
Esa diosa de la mariposa,
que es un alter: el de la pintora, y el de todos nosotros, los espectadores. La
hermosa Psyché fundó sus palacios en la psiquis de la creadora, generó una
pulsión que se convirtió en rayo y pasó por un prisma para difractar la luz,
(una luz pendiente de revelación) con la intención de desnudar sus esencias,
parte a parte, en pleno acto de la madurez del color, en su condición del ser
en tránsito a la transmutación.
En el inframundo, donde
ha llegado la diosa, como si fuera a rescatar almas, y darle paso a la
eternidad por el rayo del arte, solo hay tinieblas, sombras, y algunas pizcas
de luz. Es el único lugar donde la sombra existe sin ser la ausencia de luz: es
otra especie de sombra. Es un mundo
indecible —el límite de todos los límites pensados— donde los seres que habitan
tendrán la posibilidad de ser transmutados, solo con la intervención de la
diosa y el lenguaje de los colores, muchas veces en su alta lobreguez.
El mensaje de la pintura
aludida, para la existencia humana, es solo la construcción de la posibilidad
de ser y permanecer, incluso, después de ser ángeles caídos. Esto así, por
costumbre humana de aspirar a la eternidad.
Hábitat de la mariposa
El cuadro, Hábitat de la mariposa, de la
maestra Elsa Núñez, para mí como espectador, es uno de los más acabados, en
cuanto a la pasión esperanzadora que revela y la consagración áurea del color.
Seguro surgen las preguntas, visto el cuadro, ¿en cuál lugar habitan las
mariposas? ¿A dónde nos llevará la imaginación como espectadores? Sin dudas,
ese lugar no está aquí, en este plano tridimensional, podría estar en las
regiones del espíritu, donde nacen las cosas, donde el vientre fecundo de la
magia irrumpe, dejando atrás cualquier parálisis emocional. ¿Qué lugar será
ese? ¿En esa región no hace falta nada?
Como apreciarán mis lectores, solo preguntas surgen
ante el clímax sensual de los colores, la fértil sutileza de un ser alado,
primero en el alma, y como mariposa, libera su pasión en la ruptura de su
crisálida. En el cuadro hay vagina, maternidad, pasión, sexo, nacimiento y
libertad. Está el principio, el huevo fecundado, con la virtud de poseer el
vínculo necesario para la creación.
Ese hábitat de la mariposa está en “la corola divina
de una magnolia de abril”, en la “onda rumorosa de una fuente cristalina”, y en
las manos de una artista de la pintura que vio luz en el horizonte del color.
El autor es escritor y educador.
Domingo 28 de mayo de 2023.
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