Artista plástico, Félix López
Por Virgilio López Azuán
No
existen maneras para definir a un artista en todas sus dimensiones. El yo
absoluto es de difícil descripción ante la concentración y dispersión del acto
creativo. Sucede en todas las artes. Su construcción está sometida a fenómenos
no solo de experiencias vitales, temporales y atemporales, sino a al orden, al
azar, a la sincronicidad de Carl Jung (1964) , y otros fenómenos del consciente
e inconsciente; del texto y el contexto, del tiempo y el vacío, de lo visible e
invisible.
En la pintura, como arte, la expresión del yo, no deja atrás
el orden y el caos de lo consciente y mucho menos de lo inconsciente.
Emociones, sensaciones, recuerdos, arquetipos, modelos, paradigmas, hábitos…,
pueden aflorar, dando formas a realidades e irrealidades; también, de “los
renglones derechos y torcidos de la
personalidad humana” —tomando palabras prestadas de la novela de Torcuato Luca de Tena, Los reglones torcidos de Dios.
El arte puede reflejar estados psíquicos de
importancia para la descripción del yo artista. Siempre he pensado, como
algunos metafísicos, que el yo es un concepto múltiple, está conformado por un
conjunto de yoes. Las habilidades del artista, los desdoblamientos, las maneras
de penetrar a las formas, sustancias o esencias de las cosas —unido a la técnica
definida en su arte—, son las diferencias entre unos y otros.
En un cuadro pictórico las luces y las sombras develan
dimensiones espaciales y temporales. Penetrar a la hondura del ser, o de la
cosa, es el gran desafío del creador; hacerlo fluir, rescatarlo del caos donde
está metido es la tarea. Traerlo a la superficie y transmutarlo, convertirlo en
sensaciones de plenitud, podría ser la conquista del vellocino de oro.
Félix López es un artista plástico
dominicano con larga trayectoria, sin el reconocimiento justo por su talento y
su pasión artística. No es un improvisado, ni se deja apabullar de los desafíos
de las luces y las sombras cuando toma un pincel. Tampoco se echa para atrás ante la confrontación de la
realidad real, la realidad percibida, lo surreal y el abstracto, en sentido
general. Muchos de sus cuadros dan la impresión de que prefiere el realismo en
cuanto a las formas, como son los casos de su producción de arte, donde las
aves y los peces son los protagonistas. En estos casos, el artista apela a
matices vivos, brillantes y resaltados; tropicales y calientes.
Lo sexual, mujer y naturaleza
en su arte
La imagen
y simbología de lo sexual son materias importantísimas en el arte de López,
principalmente en la figura de la mujer, real o paradisiaca, total o
segmentada. Si se psicologiza al autor, rasgos del erotismo y lo sexual
aflorarían como eje temático del discurso mental, las sensaciones y
representaciones. En sus muestras ese discurso más que sensual es simbólico,
casi ritualista. El respeto y la exaltación de la mujer como fuente de recreación artística es un mensaje
subyacente. Hay una fuerte crítica a despojar al cuerpo de la mujer de su
estado natural frente al riesgo del modelaje producto de las cirugías
plásticas, cosa esta que entra en contraposición con el ideal de la belleza del
artista. Donde no acepta el logro de los paraísos poéticos, de lo bello es en
ese acto. Aunque él se preocupa mucho por las formas pictóricas en el lienzo,
ante una realidad de riesgo de una vida humana, el arte es capaz de echarlo por
la borda. Ahí se centra una pasión particular por la mujer, su forma y quizá
por lo sexual.
Hay en las obras de este artista una naturaleza viva y otra muerta. Los pares donde encuentra el ciclo de su expresión. Por eso, en algunas de ellas encontramos restos de cadáveres de animales, huesos, tierra cuarteada, como si no existiera vida. Viaja en un ciclo recursivo, vital y no vital. Lo único con vida en todo momento son los colores, capaces de penetrar a la sustancia no vital. Los cilindros de colores se entierran en las grietas de lo muerto y resurgen con la misma vitalidad. Nadie sabe lo que encuentran en su travesía. Cuando salen, encuentran restos de naturaleza muerta, huesos, material orgánico y otros desechos, con los habían dejado.
Todos miran, pero nadie ve
El artista López tiene una colección que la ha titulado
“Todos miran, pero nadie ve”, donde en un cuadro los ojos humanos pintados en
abstracto están ahí, como si fueran el negativo de una fotografía, sin los iris
encendidos, sumidos en una oscuridad, ignorancia e indiferencia infinita. Como parte de los cuadros, aparece algo de la
naturaleza, ya sea en deterioro, abandonado o muerto, sin ojos que los vean.
El título de la colección antes mencionado nos refiere a un
orden verbal en la percepción del sujeto u objeto: Mirar, ver y observar. Si el
artista dice que nadie ve, el proceso de observación no estaría presente. Quien
percibe no se está fijando en los detalles de cómo la naturaleza sigue un
tránsito de muerte. Con solo ver sería suficiente para evitar el ocaso, no es
necesario observar. Es la máxima petición del artista.
Como parte de la naturaleza misma, ¿querrá el artista ser
visto por los demás? En una obra pictórica, sería un grito del yo (imaginario),
que lanza a los vientos su voz de alarma por sí mismo y por todos, de forma
sincrónica.
El artista con su obra propicia un estado de entropía de la
naturaleza de su ser, su yo y ego. Aquilata los estados de su esencia y los
lleva al lienzo, siempre con un eje transversal de carácter ético. En López se
rezuma el néctar de un mundo que va hacia el caos, con cierto hálito de
esperanza, simbolizado en unos cilindros de colores, pero con acento de
irreversibilidad.
Esa irreversibilidad aludida no está definida desde la filosofía del
existencialismo, sino de leyes y principios naturales. Quizá en esta nueva
corriente es donde va dejando el rastro del realismo monotemático para
presentar una dualidad: realismo-surrealismo, o una tríada:
realismo-surrealismo y, abstraccionismo incipiente —arte alejado de lo
figurativo que evita imitar o reproducir elementos naturales o reales—, configuren
maneras diferentes de expresión artística. Quizá haya una ruptura, un
distanciamiento, porque la realidad se agrieta —así como presenta en sus
cuadros el agrietamiento de la tierra producto de la sequía—, se hace caótica;
deja su estado de cuidado irrestricto de las formas y eclosiona.
En la
mayoría de los artistas, estos cambios son naturales, porque son naturales en
la vida misma, la cual está proclive a ellos, aunque haya fuerzas o mecanismos
de resistencias por tendencia a fundamentalismos que los impidan.
Los cilindros de colores y las influencias
Domingo 31 de marzo de 2024
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